“UNA GARRAPATA ME CAMBIó LA VIDA”

“Una picadura de garrapata me ha cambiado la vida”, dice Mireia Centelles, de 46 años, que estudió Farmacia, monitorizaba ensayos clínicos internacionales y tiene un niño de 7 años y una niña de 10. De ser una profesional de éxito, con un horizonte personal y laboral sin nubes, ha pasado a un peregrinaje de hospital en hospital. Le cuesta caminar y sufre importantes daños físicos y neurológicos: “Ya no soy la que era”.

Mireia no sabe cuándo ni cómo contrajo la enfermedad o borreliosis de Lyme, así llamada porque en esta localidad de Estados Unidos se han detectado muchos casos. Se trata de una infección multiorgánica provocada por una bacteria que se transmite con la picadura de varios insectos y ácaros, pero sobre todo con la garrapata Ixodes ricinus, con amplia presencia en toda la península Ibérica y en el resto de Europa.

“Una neuróloga me aconsejó un psicólogo: creía que mis males eran psicosomáticos”

Según las asociaciones de afectados, los síntomas de esta dolencia se pueden confundir con los de enfermedades como el lupus, el síndrome de fatiga crónica e, incluso, con la enfermedad de Crohn y la fibromialgia. Familias y enfermos impulsan campañas (como lymetroametro.org) para informar sobre la enfermedad y su prevención, pero lamentan que no hayan recibido la atención que creen merecer y se consideran “pacientes de segunda”.

Aquí se explica cómo extraer estos parásitos. Aún se usan métodos desaconsejables (retirándolos a las bravas con los dedos o con un algodón impregnado con alcohol, aceite, vaselina o petróleo). Si están anclados, se deberían sacar cuidadosamente con unas pinzas de borde romo y desinfectar luego la zona. O ir directamente al médico. El análisis clínico de la garrapata puede ser de ayuda en caso de complicaciones.

La pesadilla de nuestra protagonista comenzó en diciembre del 2021, en plena alerta sanitaria por el coronavirus. Le costaba respirar y se sentía mareada, con migraña y vómitos. Tenía que redactar informes en inglés porque estaba inmersa en tres investigaciones encargadas por compañías con sedes en Polonia, Alemania y Estados Unidos. Pero no hallaba las palabras adecuadas, como si le faltara vocabulario.

De hecho, ni siquiera hallaba las carpetas que debía utilizar. Sentía hormigueos en las extremidades y le fallaban las fuerzas. Un día, al salir de la ducha, se le embotaron tanto los pies que fue de urgencias a un hospital del Baix Llobregat. La ingresaron en una sala con enfermos de coronavirus. Resonancias, análisis, pruebas y más pruebas. Tenía paralizado el lado izquierdo de su cuerpo y experimentaba un entumecimiento general.

Pero no era covid. O no era solo covid. Una neuróloga le llegó a decir que quizá todo fuera psicosomático y le aconsejó ir “a un psicólogo”. Salió del hospital una semana después, en silla de ruedas, y pidió una segunda opinión en otro hospital. Allí creyeron que podría ser una migraña hemipléjica. Mientras tanto, sus recaídas y padecimientos iban en aumento: taquicardias, cansancio, problemas de vejiga...

En agosto del 2022, descubrió que había dado positivo en dos tests de borreliosis de Lyme. En su casa adoptaron en vísperas de la verbena de San Juan una gatita abandonada, infestada de pulgas y con tantos problemas de salud que tuvo que recibir la eutanasia en septiembre. No se sabe si ese fue o no el origen del contagio, pero los dictámenes son claros: Mireia tiene el mal de Lyme, no dificultades “psicológicas”.

La denuncia

Un caso con poco “interés mediático”

Los enfermos del mal de Lyme sienten que sus casos no despiertan tanto interés como la alerta que suscitan otro tipo de garrapatas, las Hyalomma lusitanicum, potencialmente transmisoras de enfermedades graves como la fiebre hemorrágica Crimea Congo. Algunos estudios, recuerdan estas fuentes, sostienen que la presencia de la Ixodes ricinus, que puede contagiar la borreliosis, es mucho mayor en la Península, “a pesar de que no tengan tanto tirón mediático”.

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Si hubiera seguido a tiempo un tratamiento con los antibióticos adecuados, “los daños no se habrían extendido ni cronificado”. Teme que en el futuro una silla de ruedas eléctrica sustituya al andador o a sus muletas de hoy. “Me canso en cuanto doy unos pasos”. Ahora lucha para lograr la incapacidad laboral y se considera víctima de una negligencia, pero es una profesional de la sanidad y no quiere alarmismos.

Tampoco quiere asustar a nadie, pero recalca que su caso no es único y que “falta información y recursos; hay que estar alerta y potenciar la investigación”. La Asociación de Lyme Crónico de España confirma que hay más enfermos como ella, “aunque no lo sepan”. Y pueden no saberlo si tienen “diagnósticos equivocados”. No es casual, añade la asociación, que esta enfermedad sea conocida como “la gran imitadora”.

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