Las grandes empresas tecnológicas tienen que gestionar también el destino de sus consejeros delegados por el interés mundial que tienen sus decisiones. Viajes, reuniones, tiempo libre por tierra, mar o aire se han convertido en un quebradero de cabeza porque no son personajes anónimos y cualquier movimiento puede acabar en tragedia.
No es obsesión, es la respuesta a las amenazas que reciben a diario y que, aunque muchas de ellas no se pueden tomar en serio, es mejor destinar una cantidad de sus pingües beneficios a evitar que a Mark Zuckerberg, Elon Musk o Tim Cook tengan algún problema con algún activista que quiera sus minutos de gloria. Seguir leyendo en El Debate.
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