AMENAZA HíBRIDA: LA GUERRA ANTES DE LA GUERRA

La guerra híbrida es una estrategia militar y política en la que se combinan elementos de guerra convencional e irregular, ciberguerra, información y operaciones de influencia. Todos estos elementos se mueven en una ambigua zona gris entre la guerra y la paz. Es la guerra antes de la guerra. Es la única guerra que las grandes potencias dotadas de armas nucleares pueden librar sin traspasar el umbral del holocausto.

El resultado es un nuevo tipo de conflicto en el que no se busca tanto la destrucción del enemigo como influir en su percepción de la realidad a través de métodos encubiertos o militares.

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La estrategia híbrida se centra en las vulnerabilidades de la sociedad rival. Los conflictos modernos han incorporado elementos de guerra de la información que hacen posible convertir la libertad de expresión de las sociedades democráticas en una debilidad. Alrededor del 40% de los ciudadanos estadounidenses utilizan exclusivamente Internet para informarse. Eso es lo que llevó a un general francés a definir las guerras del siglo XXI como una combinación de Stalingrado y Twitter.

La capacidad de intervención a distancia de forma ambigua y, en muchos casos, indetectable es una de las novedades de la guerra híbrida. Un contendiente puede mantener su agresión por debajo de los umbrales de detección y respuesta obvia, valiéndose de la tecnología digital. En definitiva, un Estado puede estar siendo atacado sin saberlo.

Polarización y manipulación son las herramientas de la guerra híbrida y sus soldados son los trols que difunden fake news, o los bots de Internet, perfiles automatizados que son capaces de difundir una mentira hasta convertirla en tendencia.

Uno de los casos más sonados fue la injerencia rusa en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016. Según los servicios de información estadounidenses, la operación fue dirigida por “granjas de trols” rusas que crearon miles de cuentas en redes sociales para diseminar información a favor de Donald Trump o contra Hillary Clinton.

El nacimiento del concepto

Las teorías sobre la guerra híbrida aparecen con el final de la guerra fría y la aparición de conflictos (Afganistán, Irak) en los que el ejército norteamericano y sus aliados tenían que enfrentarse a peligros híbridos en el marco de operaciones de ocupación, contrainsurgencia o lucha contra actores no estatales, como milicias o grupos terroristas, con gran conocimiento del terreno y un nicho de reclutamiento entre la población local. No es extraño que los primeros teóricos de la guerra híbrida fueran estadounidenses, como el antiguo oficial de los Marines Frank G. Hoffman.

Ejemplos de este tipo de conflicto fueron la guerra del Líbano de 2006 entre Israel y la milicia proiraní de Hizbulah, o la campaña del Estado Islámico en Irak-Siria en 2014, con ramificaciones en los atentados de noviembre de 2015 en París. En ambos casos, estas organizaciones hicieron un amplio uso de las redes sociales y la información para ganar la batalla de la comunicación entre sus audiencias.

¿Es tan moderna la guerra híbrida?

En realidad, todas las guerras de la historia han sido “híbridas”: además de la fuerza militar convencional, incluyeron medidas no convencionales, como la propaganda, la información, la diplomacia o la guerra por derivación (proxy). El teórico militar británico Basil Liddell Hart escribió que “en todas las campañas decisivas, la perturbación del equilibrio psicológico y físico del enemigo ha sido el preludio vital a su derrota”. Por ejemplo, el apoyo financiero y militar de España y Francia resultó clave para la victoria de los rebeldes americanos contra Gran Bretaña en 1783.

La manipulación de las noticias es tan antigua como la existencia de los medios de comunicación modernos. En julio de 1870, el emperador Guillermo I de Prusia envió un telegrama desde el balneario de Ems a su canciller, Bismarck, en el que daba cuenta de las conversaciones para apoyar al candidato alemán al trono español. Bismarck manipuló el telegrama para que pareciera que se había producido una situación de tensión entre el embajador francés y el káiser. Con la publicación del “telegrama de Ems”, Bismarck consiguió fabricar un perfecto casus belli que empujó a la Francia de Napoleón III a la guerra.

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En 1898, el acorazado estadounidense Maine, anclado en el puerto de La Habana, voló por los aires. Buena parte de la prensa estadounidense exageró o simplemente fabricó noticias para hacer creer al público que el Maine había sido hundido por los españoles, creando la atmósfera necesaria para que dos meses después estallara la guerra que finalizaría con la pérdida de las últimas posesiones españolas de ultramar en 1898.

Durante la Primera Guerra Mundial, ambos bandos pusieron en marcha operaciones para debilitar a los estados rivales mediante la propaganda, las noticias falsas o la subversión. El agente británico Thomas E. Lawrence, “Lawrence de Arabia”, levantó a las tribus árabes contra el Imperio otomano. Los alemanes, por su parte, permitieron que Lenin viajara en tren a Petrogrado en 1917. Lenin derribó al gobierno provisional y firmó una paz por separado con los alemanes. Una operación de “caballo de Troya” que cambió el curso de la historia mundial.

Las medidas de ambos bloques durante la guerra fría incluían un gran uso de las campañas de “corazones y mentes”, el apoyo a las guerrillas del Tercer Mundo y las operaciones de influencia. Por ejemplo, es conocida la apuesta que la socialdemocracia alemana realizó a favor del grupo “felipista” del PSOE frente al socialismo tradicional heredero de la Guerra Civil. Esto sirvió para evitar en la Transición “sorpresas” como la Revolución de los Claveles portuguesa de 1974.

En esa misma dirección, aunque con el uso del terrorismo, se inscribía la llamada “estrategia de la tensión” en la Italia de entre los años sesenta y ochenta, que tenía como objetivo impedir un acuerdo entre las fuerzas parlamentarias que pudiera llevar a la izquierda al poder.

La guerra de la información rusa

Rusia, uno de los actores más prominentes de la guerra híbrida, tiene una amplia tradición de guerra informativa y de propaganda. La policía política zarista persiguió y manipuló a los opositores dentro y fuera de Rusia. Lenin afirmó que la información es un arma no muy diferente de las bombas. Las fuerzas armadas rusas siempre han prestado una atención especial al uso de “medidas activas”, el término usado por el KGB para la guerra subversiva y de desinformación.

En la década de 2010, teóricos como Vladislav Súrkov, o el jefe del Estado Mayor del Ejército ruso, general Valeri Guerásimov, hablaron de la “guerra no lineal” o de las “nuevas formas de conflicto”. El “espacio informativo y la esfera interna” fue incluido en uno de los capítulos de la Doctrina Militar rusa de 2014. La anexión de Crimea ese año incluyó instrumentos no militares o de guerra encubierta (las unidades de fuerzas especiales rusas que ocuparon Sebastopol, los famosos “hombrecillos verdes”, no llevaban insignias de identificación) y un gran uso de desinformación para desorientar a Ucrania y la OTAN.

En septiembre de 2017, un mes antes de la celebración del referéndum del 1-O, la actividad de medios de manipulación rusos u hostiles a Occidente relacionada con Catalunya en Rusia aumentó un 2.000%. La propaganda rusa presentaba el referéndum catalán como una “revolución de color” que preludiaba la desintegración de la UE. Y es que, para los rusos, Occidente estaba detrás de las “revoluciones” que habían forzado cambios en regímenes aliados de Rusia entre 2000 y 2014 (Serbia, Georgia, Kirguistán, Ucrania).

No les faltaba algo de razón: fundaciones estadounidenses como la Albert Einstein, Open Society o la George Soros participaron en las “revoluciones de colores” del espacio postsoviético con fondos y asesoramiento. Esto no quiere decir que estos movimientos fueran simples complots, pero no habrían tenido un recorrido tan exitoso sin estas ayudas y la atención de los medios occidentales.

Los rusos respondieron a lo que venían como guerra híbrida de la OTAN con acciones cada vez más agresivas cuyo blanco eran las debilidades de las sociedades de Occidente: la crisis de la economía capitalista como evidencia de la decadencia del modo de vida occidental, las crisis de identidad europeas (cuyo ejemplo más claro fue el Brexit) y las crisis migratorias.

En el invierno de 2021, Bielorrusia, aliada de Putin, orquestó el envío a la frontera de Polonia de miles de refugiados, usados como peones en una guerra de nervios que ponía en tela de juicio la política de acogida comunitaria. En 2016, medios rusos inventaron el caso de una niña rusa violada por dos refugiados en Alemania.

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En ambos casos, se buscaba sembrar la duda sobre la capacidad de las instituciones de esos países para gestionar las oleadas de inmigrantes ilegales. En este asunto Putin cuenta con aliados entre la extrema derecha o los gobiernos euroescépticos, como algunos miembros del Grupo de Visegrado.

Y es que, como decía el pensador alemán Carl von Clausewitz, la guerra es como un camaleón capaz de adaptarse a los “colores” de cada época.

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